Pudimos constatar en el presente trabajo que como consecuencia de la búsqueda de mercados y materias primas para mantener activa la revolución industrial, las potencias europeas se lanzan a la conquista de mercados fuera de Europa, naciendo una nueva fase de la historia europea caracterizada por una calma política en las relaciones internacionales y por una consolidación y crecimiento en los aspectos económicos.
El desarrollo que obtienen los países que se ven beneficiados abarca puntos como la expansión territorial, hegemonía política, aumento de los bienes y riquezas entre otros muchos beneficios.
El análisis que desarrollamos en este trabajo no niega la tendencia imperialista a la violencia y a la dominación, con sus terribles flagelos de guerras locales, minados de puertos, bloqueos económicos, intervenciones, inferencia en los asuntos internos y desestabilizaciones. Esta tendencia tiene su raíz en la lucha competitiva entre los monopolios y los Estados que los defienden; se trata de la guerra permanente del capital para valorizarse, desarrollada a escala planetaria. El imperialismo logró aumentar el poderío reinante en las grandes potencias, lo que se traduce en lo que actualmente se conoce como “países desarrollados” en contraste a los países “subdesarrollados” que se forjaron en este periodo. Esta conclusión que hemos desarrollado le da una cuota de sentido al trabajo realizado ya que creemos que una de las razones importantes del estudio de la historia es conocer el porque de lo que sucede actualmente.

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